CUMPLEAÑOS DE O'SENSEI
Nació el 14 de diciembre de 1883. Creador del Aikido, término que puede ser traducido como ’camino para armonizar la energía’. Provenía de un linaje de samurais campesinos. Su padre fue un hombre muy respetado por la comunidad, que sirvió en los consejos municipales, se enfrentó a los políticos corruptos y a sus ronin (’mercenarios’) y educó a su hijo con un fuerte sentido del deber filial en el bushido (el ’Camino del Guerrero’).
Ueshiba fue un niño débil y enfermizo, afligido constantemente por la devastación de la guerra y las brutalidades de los líderes políticos; fue superando sus limitaciones físicas mediante ejercicios que robustecieron su cuerpo, y su espíritu a través de la meditación budista, aprendida de la secta Shingon, a la que pertenecían sus padres. Se alistó en el Ejército Imperial de Japón para luchar en la Guerra Ruso-japonesa (1904-1905). Fue enviado a la reserva, pues se le consideraba demasiado pequeño de estatura para prestar servicio activo.
A su vuelta a Tanabe siguió aprendiendo los principios de la Yagyu-Ryu, bajo la tutela del maestro Nakai Masakatsu, de cuyas manos recibió el título de instructor de artes marciales en 1908, lo cual le permitió abrir su propio dojo. En 1912, con veintinueve años, reclutó un centenar de personas, campesinos y militares, y marchó a la isla de Hokkaido, donde fundó un pueblo al que llamó Shirataki. En aquel momento la prefectura se acababa de abrir al desarrollo y acogía a todos los colonos que desearan trabajar la tierra. En 1925, tuvo Ueshiba la primera de las visiones que habían de transformar su vida. Un día fue desafiado por un oficial armado con un sable, al que hizo frente con sus manos desnudas; cada vez que el militar atacaba, Ueshiba se movía ligerísimamente, lo justo para evitar la estocada, hasta que el otro, exhausto, desistió. Inmediatamente después de este suceso se encontró identificado con el sol, la luna y las estrellas y se vio a sí mismo como el universo; había experimentado lo que en japonés se llama el sumi-kiri (la claridad de mente y cuerpo).
Su técnica, de carácter defensivo (no de ataque) y basada en el combate con las manos vacías, cada vez más perfeccionada, llegó a oídos de las altas autoridades de Tokio. El éxito fue tan grande que el antiguo Primer Ministro le pidió que impartiera un seminario formativo para oficiales del ejército y figuras prominentes de la Casa Imperial, así que pasó una algún tiempo impartiendo su docencia en los más prestigiosos centros de Japón; un tiempo que Ueshiba, por su parte, aprovechó para instruirse en el arte del Kendo. Muchos fueron los que intentaron frecuentar su dojo, pero Ueshiba no aceptaba a cualquiera; entrevistaba personalmente a los aspirantes y era muy selectivo.
La segunda visión ocurrió entonces, en diciembre de 1940, cuando practicaba una purificación ritual y repentinamente olvidó todo lo que había aprendido y las técnicas a las que había dedicado tantos años de práctica se le aparecieron completamente renovadas. Ahora eran vehículos de conocimiento y de vida, en vez de recursos para destruir a la gente. Con el estallido de la Guerra del Pacífico en diciembre de 1941, muchos jóvenes fueron llamados a filas y el aikido perdió numerosos alumnos. Fue entonces, en uno de los períodos más dramáticos de la historia de Japón, cuando tuvo la tercera visión. Se dio cuenta entonces de que el bushido había sido malinterpretado, pues el verdadero camino del guerrero era el Arte de la Paz, no el de la Guerra, y debía concretarse en una disciplina creativa del cuerpo y la mente, un medio de manejarse ante la agresión constante de la vida.
El aikido ya estaba consolidado como un arte diferente al resto de artes marciales, y la fama de Ueshiba se extendía a lo largo del país. En septiembre de 1956 fue reconocido oficialmente en Tokio y en 1960 hizo la primera demostración pública de aikido. En 1961 viajó a las islas Hawai para asistir a la ceremonia de apertura de un nuevo dojo. Tres años más tarde fue condecorado por el emperador y en 1967 abrió un nuevo dojo en Tokio. Para entonces ya había contraído la terrible enfermedad que luego le llevaría a la muerte, así que se retiró a su granja, donde murió el 26 de abril de 1969.
Fue sucedido por su hijo, quien recogió sus enseñanzas espirituales en un libro titulado El espíritu del aikido. Las anécdotas son numerosas en la vida de Ueshiba. Algunas forman parte de la leyenda; otras son realidad, y de ellas fueron testigos sus contemporáneos. A veces fueron filmadas o fotografiadas. Se dice que aun cuando era un anciano de ochenta años y con tan sólo cincuenta y seis kilos de peso, podía desarmar a cualquier enemigo, vencer cualquier número de atacantes e inmovilizar a un oponente con un solo dedo. Nunca atacaba, pues esto significaría haber perdido el control; Morihei era sobre todo un hombre de paz que detestaba toda clase de violencia, y que trataba de evitar el enfrentamiento mediante la armonía.
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